Prevenir enfermedades depende de un factor que no tenemos en cuenta
Hoy en día para prevenir enfermedades nos preocupamos de no fumar, mantener el peso y comer de la forma más saludable que sabemos y podemos permitirnos. En unos años o décadas las cosas van a cambiar y probablemente la prevención de enfermedades y evaluación de posibles riesgos pasen por conocer el estado de nuestra microbioma / microbiota o comúnmente conocida flora intestinal
En menos de un siglo hemos dejado de preocuparnos por enfermedades infecciosas y la mayor parte de la población sufre las denominadas enfermedades no transmisibles, cáncer, enfermedades cardiovasculares, diabetes..etc.
Cierto es que en ese siglo han cambiado muchas variables que afectan a nuestra salud: dieta, pesticidas, contaminación, mayor cantidad de disruptores endocrinos, estilo de vida, estrés, menor cantidad de horas de sueño..etc. Y se nos olvida que nuestra microbioma también se ve afectada por los mismos cambios.
Nuestra microbioma es una herencia que nos lega nuestra madre aún antes de nacer y que nos defiende del exterior. No en vano el 90% del número de células presentes en nuestro organismo pertenecen a estos microbios.
Parto por cesárea, la duración de la lactancia materna (cuando existe), el excesivo uso de antibióticos y aquellos que se usan en la cría de animales que nos comemos y el exceso de higiene afecta a nuestra microbiota normal de una forma permanente de la que aún no somos totalmente conscientes debido a que desconocemos que el papel que juega en nuestra salud es la de un filtro que nos protege del mundo.
Los microbios influyen en las citoquinas, el equilibrio entre células del sistema inmune tanto reguladoras como inflamatorias. Nuestra microbiota es inmunomoduladora y tiene influencia en la regulación epigenética de genes relacionados con la función inmune, en parte debido a los ácidos grasos de cadena corta que producen nuestros microbios, por ello las alteraciones en nuestra composición microbiana pueden afectar en gran medida la salud.
Ratones criados en ausencia de microbios (este tipo de experimentos no sería posible realizarlos en humanos) no desarrollan su sistema inmune siendo susceptibles a infecciones, y enfermedades inflamatorias como la colitis. (7)
Existe la llamada “hipótesis de auto completado” que explica que las microbiotas alteradas en la etapa postnatal son similares a haber nacido con un defecto congénito consistente en un sistema inmune inmaduro que no sabe discriminar si determinadas sustancias son o no seguras y que reacciona de forma exagerada a factores alérgenos ambientales inocuos como polen, mohos, pelo de gato, y cacahuetes. Es posible que también actué exageradamente con el propio organismo siendo factor causante de enfermedades autoinmunes. (11)
Ya no solo es que sean capaces de procesar y ayudarnos a digerir los alimentos que comemos. Se conocen medicamentos que alteran su eficacia si ciertas bacterias forman parte de nuestro intestino (1)
O bacterias intestinales reductoras de azufre que aumentan la toxicidad ante una mínima cantidad de arsénico (2). Algunos aditivos que se creían seguros como el E-433 (polisorbato 80) se ha demostrado en ratones que produce inflamación crónica y aumenta el riesgo de síndrome metabólico (3). Muchos aditivos no afectan a nuestras células, pero sí a las de nuestra microbiota, haciendo que esta sea menos numerosa y variada, perdemos bacterioides beneficiosos y esto aumenta la presencia de posibles patógenos.
A menor presencia y variedad bacteriana en nuestra microbiota, mayor es la exposición de nuestro sistema inmunitario y la microbiota resultante influye en cambios hormonales, utilización de energía y control de la inflamación.
El período cuando más importante es proteger y evitar alterar la microbioma sucede en la etapa postnatal e infancia. Al evitar antibióticos y procurar que la dieta infantil esté libre de sustancias que no aportan beneficios y sea lo más “limpia” posible, estamos disminuyendo el riesgo de que en el futuro esos niños padezcan enfermedades no transmisibles.
El uso de antibioticos en bebés, en proporción directa al número de veces o ciclos que se le administre, se asocia a asma (9), diabetes tipo 1, obesidad (10) e incluso celiaquía. El beneficio a corto plazo sale caro si aboca a la persona a sufrir, por ejemplo, una enfermedad autoinmune.
Y si el antibiótico es la única opción habría que posteriormente tratar de recuperar los microbios afectados. Sí, suena a ciencia ficción y es muy difícil de imaginar, pero es algo que tarde o temprano tendrá que contemplarse en los protocolos médicos si queremos respetar el principio ético que rige en medicina:
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